
Ojos tristes… tembladerales del silencio…su nombre repetido en esa amargura del misterio. Dolor yuxtapuesto y contrapuesto por esas ansias de volver a dormir en su pelo…atrás, adelante, concierto de delicias y suculentos placeres, vaivenes sumisos y dóciles, rebosante erupción de volcanes, lava de seducción.
Ella sube las escaleras…el cigarrillo imaginario va cayendo al suelo ante la ausencia de ceniceros. Aceptar el destino, lo escrito a pactos de fuga o permanencia. Los dedos se encuentran y las yemas se confunden en su quemazón ardiente. Recordar el pasillo de los metales, cada cartel es una prenda. Oro, platino, caricia que se funde en el último resplandor del invierno. Atardecer. Reverdecer. Rejuvenecer…
Conquistas, juegos, miradas votivas…el presagio más temido, sanar la herida. Espalda que se encorva y se deleita en besos de agujitas…luces y sombras que se proyectan en el sofá beige, sonrisas que se reflejan en la luz de los espejos. Un abrazo…el universo…paz del tiempo perfecto.
Dame el refugio dulce de tus miradas de fuego. Redime a este pasajero del viento con la suavidad de tu roce, de tu hechizo eterno. Unos segundos más de este dulce sueño despierto…para luego levantarnos, sonreír extasiados ante esa otra realidad que nos designa la clepsidra del mundo…regresar a tu hogar de fe y de pequeños maestros de la vida…mientras del otro lado…será el pensarte y sentirte desde la hendidura más querida…la que atesoras en algún momento del día…
Se fueron los ojos tristes…caminamos hasta el murmullo de las cosas que nunca se extraviaron. Están allí…persisten en su esencia…en su magia escondida en aquel cofre de cristal de nuestras almas cronopias…expectante por volver a salir…para sonreír…para restablecer el desorden del poeta feliz…