Mientras el viento silbaba fugas de la noche, una carroza de sueños nos trasladaba hacia nuestros lugares más cómplices. Silenciosa, ser de luz, culminada lumbre y cumbre de lo que esperaba y buscaba, apareciste entre lo tácito, lo sublime y lo perenne.


Acaricié tu rostro y los rubores se iban dispersando. La sangre bullendo para activar músculos y nervios libres en su propio secreto: sonrisa que se hace vida y recubre de dulzura al místico espejo. Es la luna en su brillo, es el sol sin días tristes, respirando certezas y plenitudes en un Viernes Santo.


Luego estaba el abrazo, las manos que buscan cubrirse olvidando parsimonias o fríos formalismos. Aprisionar el aire que se hace escudo para proteger a dos latidos de fuego y fe en la elevada calidez de lo infinito. Sentirse completo, perdurando en el mismo lenguaje que al traducirlo mantiene su sonoridad, su horizonte, su encanto y su etéreo tiempo divino.
Besos que se escaparon para argumentar que acudieron a un llamado oportuno o inoportuno, pero listos, prestos para dormirse entre sus propias huellas, entre sus propios rastros, inventando alegrías y felicidades en un sobresalto de la voz. Onomatopeya, música, gratitud, conjugados en el hechizo que se atesora: ¡Ay! ¡Gracias!


La escena se renueva a cada paso, en un recuerdo que se posiciona firme y se sustenta a base de palabras que volverán a su refugio de estrellas, donde dos almas suspiran y se autocalifican: “amantes secretos hambrientos”. Olvidar no forma parte del guión. Sentirlo, pensarlo, soñarlo, atesorarlo, como “sincronías que están matando”. Cerrar los ojos y seguir viendo, seguir aspirando un perfume que pobló con su eco de aromas hombros y cerviz, solo para comprender que la pureza y la pasión jugaron su carta más arriesgada, más peligrosa, pero infinitamente aceptada.


Es hora de dormir. Buenas noches, lechuza que respira luminosa entre las sombras nocturnas de su amor y su tiempo. Un beso que vuele libre, como el refugio etéreo que se vierte en el recuento del vapor en una taza de café. Nos preparamos para la metamorfosis, un último concierto de nuestras almas trasvasadas por el rito sagrado de nuestra más profunda piel. Gracias por el fuego.