Cicatriz de un tatuaje removido o solo un tatuaje que imagino por debajo de lo terso, lo que se construye en multiplicidad de colores entre relieves de encaje y algodones. Singularidades y pluralidades de tu cuerpo que se ocultan en tus ojos secretos, compuertas del alma. Miramos, suspiramos, y en ese hipnotismo tan subyugante, el corazón responde su propio acertijo: llegar hasta su ser de fe en medio del fluir de la brisa suave, con vientos favorables.

Marcas de tu piel en el espectro de la noche, reflejos de tu brillo en la sonrisa de tarde. Rostro de paz, refugio de esperanza que permite a las ansias desbordarse en deleites de azúcar y néctar, en un canto feliz del místico universo.
Para que la dicha sea completa, las pupilas se contraen mientras el iris juega su concierto de desenfoques y balances para dar paso a su luz a rasgos pequeños y gigantes, en esa languidez tan sublime que nacen desde los parpadeos mientras se narran historias del día.


Ahora todo termina en las confesiones en primera persona: ¿sería absurdamente un cliché que te pienso a instantes sin husos horarios y sin relojes de marca? Dicen que lo importante es sentirse en un lugar, entre momentos y situaciones exactos. En este caso, solo un relojito tiene razón y es el que me avisa que debe sentir porque la ve desde lejos en un saludo de manos cósmicas. Latidos que se fortalecen en su onomatopeya hasta que zumben los oídos. La sangre cubre el rostro y el rubor inunda con lo ridículamente tácito: usted me gusta y los nervios se descontrolan, alguien nos da un pinchazo en señal de “despiértese” pero ya es demasiado tarde.

El plan era elevarse, volver a subir sin pensar en caídas aparatosas sin cascos o sin trampolines, dejando atrás al vértigo.

Dos veces apareció esta palabrita en nuestra jornada del día: rascacielos. Llegar hasta la punta para hacer una V de Victoria con los dedos índice y medio siempre nos causó una graciosa satisfacción. ¿Se trata de rascar el cielo o rascar al cielo? ¿O rascarnos el brazo o la cara en mini barbas viriles? El vino comienza sus alabanzas y un beso de aire apareció indiscreto, precioso, desde lo más alto. Embelesado, el conjuro de la lechuza más sabia y bella del planeta bosque cronopio se ha posado en nuestros sueños, y para escapar debemos escapar hacia ella, con ella. Fugitivos sin ser criminales.

Llegar a su despacho (mesa de almuerzo en cantina rascacielos) y verla en sus peleas de protocolo y etiqueta, separando la ensalada de su plato principal, son detalles que se cuentan en una complicidad suya y mía. Hay secretos que se viven y se sienten de a dos, en formato del uno. Nerudiana y Cortazariana cimentando el hechizo del poema, suyo, mío, nuestro, aunque sea en sueños. Soñar es verla y sentirla sonreír, vivir es verla y sentirla feliz. Su magia se eterniza por encima del universo, las galaxias y el tiempo. Sol. Luna. Brillo de sol. Brillo de luna. Premura y lento delirio de sonreír para usted y gracias a usted desde el otro lado de lo que hoy pienso y siento. Final abierto. Más allá.