Mientras callaban, él la abrazó con la ternura y la sapiencia de aquellos que se despiden a cualquier momento, teniendo siempre presente el carpe diem. Ni la “Sociedad de los Poetas Muertos” había calado tan profundo en su aliento como esa lectura de Quintus Horacius Flacus. Claro que pretendía algo más allá de lo físico y lo pseudo intelectual. Pasaba el rato construyendo poemas, prestando pensamientos ajenos y ancestrales, como para disimular el descontento con su mundo actual.

El cinismo siempre estuvo de su parte, aunque esta vez no quería ocultar esa alegría de observarla sonreír. “¿Cómo era ella?, “¿Desde qué sueño surgía?”, “¿Con qué canción se quedaría?”, todas las preguntas resultaban evidentes pero aún más difíciles de contestar. Sus ojos se tornaban más dulces, como una cadencia descendente propia de una balada de George Harrison, el músico de las atmósferas más sublimes. Ese algo de sus movimientos, mientras la llegada del sol o de la luna, mientras una guitarra lloraba de alegría por tener a una princesa regalando esperanzas de tiempos mejores.

Pareciera ser desalentador cuando las palabras no consiguen abarcar y descifrar al lenguaje de los sueños. Estamos tan cerca de besarnos y aparece un balbuceo, una frase cuasi dicha pero atragantada en el fondo del alma, como un te amo en el idioma de la divinidad. Cada vez más cerca, nuestras pupilas dilatándose ante la falta de espacio, como el cósmico sueño de adorarnos más allá de la energía de nuestros cuerpos.

Nadie nunca lo sospechó. Nada pudo alertar siquiera que ambos iban sintiendo lo mismo, a medida del paso de un tiempo ajeno al terrícola. Dos extraños, sin especie, distintos pero iguales estando juntos, dueños de su propio tiempo. La calidez de sus respectivos alientos rememoraba círculos que buscaban un eterno retorno de amor, paz y sonrisa, degustando el placer de vivir para ser amado sin importar los días malos.

Y luego se reencontraban, acariciándose lo que podríamos llamar el sexto sentido de pensarse hombre dentro de una mujer o una mujer dentro de un hombre. Traspasando sexos, vendettas y fálicas pasiones cortazarianas, no era lo mismo divisarse desnudos aceptando sus límites geográficos, entre lunares cómplices o los vellos púbicos hoy tan descartados en el siglo XXI.

Pornografía y erotismo creados por las contradicciones del amor tierno y luego salvaje. El lenguaje de sus cuerpos se escribía entre pausas, silencios y rítmicos vaivenes de ensoñación y sometimiento. Amarte para descubrir que nosotros nunca dejamos partir a las almas que tanta felicidad nos regalan. Luego el beso, la mirada, los corazones latiendo a la misma onomatopeya (tum – tum) para dormirnos pensando en el presente, en el amor que no tiene fecha de vencimiento.

Él despertó. La ensoñación había sido demasiado fuerte. Todo el amor se le vino de golpe mientras solo la abrazaba. Él era feliz. Ella era feliz. Ambos eran felices. Nosotros somos felices. Somos felices. Somos.

04- 08 – 2018