
Como posar los ojos a través de las mirillas de las puertas y dejarse atrapar por los sueños del caleidoscopio.
Esperar pacientemente una oportunidad en medio de los ascensores y admitir, entre sonrisas que se abren en su concierto de ventanales: Aunque bajemos, podemos subir más alto.
Sentirse en un refugio de fe y paz, cuando extensiones físicas se auscultan el alma, configurando una nueva alegría para el mapamundi de la esperanza.
Suavidad de las manos que se extienden más allá de océanos, planicies y selvas, buscando el perfume que rompa con la timidez, en un juego de aceptación e inmensidad.
Fragancia de luz que se expande y se dispersa por dos esencias que suspiran agradecidas ante un contacto de horizontes nobles y cadencias del silencio cómplice. Abrir los brazos y retornar a la fuente del verdadero tiempo, traspasando telas, sedas hasta llegar a nuestra más profunda piel.
Agradecer por la magia que recorre la médula y los nervios, estallando en la confusión de una felicidad inmensa. Fluyen los sueños en la conjunción de ríos y montes, bifurcándonse a través de infinitas represas de agua dulce y salada, solo para perdurar en un paisaje que respira por sí mismo y ya no se esconde.
¡Conexión de los sentimientos más puros, replicados como espejos sublimes de hermosura y ternura! Llegar puntuales a la misma sincronía, en la justa distribución de corrientes que electrifican y avivan llamas, en un incesante delirio de fuego y rayos de tormenta. El choque que despierta, el encuentro de miradas que brillan sin despedirse, capturándose y fugándose hacia galaxias o planetas que giran en una misma órbita, por los siglos de los siglos.
Todo esto lo sentimos en un acto que hoy es palabra y mañana será el futuro de la nueva vida sin límites, divisiones o fronteras: su abrazo, maravilla del sol, camino de la verdad, guía para tocar los arcoiris del alma , viaje hacia el territorio del nosotros, perennidad de la vida en un mismo latido infinito. Ars Amandi.