Surco viejo de una aurora. El poema que no puedo escribirte pero ausculta sueños en un beso de nebulosa. Si tuviera que retratar cielos perfectos, serían de tonalidades marrones, cuasi negras, porque tus ojos sonámbulos son abismos que no aceptan reembolsos. Es internarme, perderme en el laberinto giratorio, reencontrarte en esencia y sanseacabó. No me pidas objetividad ni letras minuciosas que se adaptan a los trajes a medida ideados por los sastres. Mi sastrería está al otro lado, en ese desaliñado gesto de perseguirte y aprehenderte más allá del hilo que se enhebra en la aguja y se clava en el dedito inexperto. Allí suspiro y te digo lo que no querés escuchar, lo que no puedo articular mientras esté sobrio porque es algo autoimpuesto, prohibido, imposible.

Te beso desde el aire virtual y respiramos REO Speedwagon por cada vértebra que encierra esqueletos, músculos, venas, arterias, capilares. Can’t Fight This Feeling. Disculpas. Cierre las cortinas de la ventana y déjeme con la serenata solitaria por algo que se niega en minutos de los famas.

Salgo corriendo con la guitarra hacia calles que no se identifican. Nadie supo el número de la casa. Sí. Sé que llegué sin avisar. Ya está. El problema y la solución, están. Abriste la estantería para remover todo lo que ya perdió su sentido en el sentido mismo y depositaste tu corazón en purpurinas, regalito brillante de un sol que se refleja en pequeños solcitos. Y faltó la abejita azul que zumba por mis oídos, esparciendo su polen de los dioses como la miel que salva, el néctar que viaja por corrientes de mi cerebro vulnerable, ingenuo e ingenioso por ser el que en humoradas a veces le saca una sonrisa.

No lance la reprimenda que me haga callar lo que siento. Hoy no quiero. No puedo. Lo siento. Es REO Speedwagon, es ese diluirme en pinturas sin temer a que no me derramen aguarrás en las restauraciones museísticas. Ya van dos vasos rotos sin estar borracho. Llegó el momento de beber de la botella. Ya ve que soy un héroe. Llegó el momento de eliminar las evidencias y luego ser declarado culpable. Lo irremediable. ¡Qué mala pata tiene el pirata!