Inventé una excusa entre recuerdos del pasado solo para no hablar sobre el presente que verdaderamente me importaba. Volver a calles viejas y paradas tan queridas en un tiempo distinto hoy significaban nada. Mi mente estaba posando su atención al punto en donde tú estuvieras viviendo a través de la música, siendo feliz.

Dos conciertos en atmósferas dispersas, uniéndose en una sinergia de palabras sobre bulevares de sueños rotos y altas horas de la madrugada, contemplando desnudeces del alma. No me importaba en dónde estés, aunque sí realmente importaba. Son esos contrapuestos que aspiran aromas perdidos en una burbuja espumante de las espirituosas que traicionan y crean resacas poco amables.

La noche se hizo fresca y se posó en la ronda de amigos, mientras la bruma acariciaba a la luna en esos laberintos de nubes púrpuras que no encuentran la salida ante tanto juego del placer. Te extrañaba ,y callarlo todo con la sapiencia de los anacoretas traían su incógnita maniquea sobre lo que es el cielo y el infierno.

Sufrir por una distancia inmedible, inmarcesible,  incontenible, incivilizada y tan sublime, que era ese navegar ruinoso por callejuelas de la lujuria y el crimen en una ciudad con nombre santo. Desbordaba el brindis, las cosas que se sienten y las alegrías por saberte risueña, libre y, como nunca antes, sentirte una reina de la vida entre las camaradas que te acompañarían en cada locura, cada historia, cada ciencia noctácmbula del Verbo.

El telón se abrió y el hombre de la guitarra desafinada entonó sus coplas ingeniosas de «ombliguitos» y «ámame, quiéreme, dulzura». La camisa azul y los jeans con bolsillos hasta en las rodillas, más la ajada alpargata beige, le daban la etiqueta del trovador moderno que vivió bajo esclavitudes entre los cronómetros y regalos de cumpleaños, pero con falsas esperanzas. Lo underground trasuntaba panoramas de fe y soberbia, tras esa confesión modesta de haber sacado más de 5 discos y haber conquistado su propio estilo. Aquella referencia de Arlt dictada por Cortázar nos situó en el mismo campo, en el mismo espectro de lo dicho y captado en un lenguaje de espejos, en capas y magnitudes que se insertan en las dictatoriales categorías y niveles, los favoritos de la crítica.

Quien fuera ese niño disfrazado de viejo cantor, había traído la respuesta a tantos versos que se construyen desde diversas alturas, en multiplicidad de formas: abrazarla y mirarla solo para que la felicidad sueñe con sus miles de caras, las que ansío y no busco, las que persigo pero no alcanzo, las que sueño y las que atesoro como el amor que no puede nacer por los obstáculos y realidades que se imponen y cortan las alas.

Desde ese plano de los sueños, permanece el besito en la nariz, el abrazo que se agiganta como olas hacia las rocas, el preludio de mi fe hacia su fe y la permanencia de la magia que nos profesamos en un dulce suspiro de nuestras profundas galaxias. No busco clichés ni bombones un día antes del 14 de febrero. Quiero convertirme en viento para esparcirme entre sus ojos, trasmutarme en una lágrima de felicidad que baja hasta su rostro y se mezcla con la sonrisa que se magnifica en perlas y diamantes de su existencia de luz y sombra. ¿Sabe que hasta las gotitas de agua tienen pequeños relieves de oscuridad? Cómo me gustaría que nuestras sombras puedan vivir en su propia luz, en entre soledades que se reflejan en el más allá de las constelaciones. Me alegra saber que haya llegado sana y salva. La vigilia y la custodia no podrán ser contadas, ya que lo establece la naturaleza caballeresca. Una quijotesca ante los molinos gigantes. El Nocturno de un nosotros en posibilidades ínfimas de lo real se esconde en ese otro umbral que sí nos corresponde y podemos darnos una aventurera oportunidad. La música nos dijo la verdad.