No estaba de más el decir que estábamos calientes. Durante bastante tiempo nuestras miradas se atolondraban y nacían desde un mismo fuego. Desde su boca partía el más particular deseo de sumergirse en un delirio de burbujas salivales. Era un más allá de la lascivia o del recurso judicial para escapar de ciertas investigaciones. todo se enmarcaba dentro de la certeza sin secreto que era únicamente amarla entre las luces tenues y un oscuro refugio perfecto.

No importaban los nombres ni los sospechosos habituales. Acudíamos a L’ Isle seguros y extasiados, sonrientes y errabundos, como dos enamorados sin tiempo y con fe, demasiada fe. El punto de encuentro: un estacionamiento. El primer cómplice de nuestros arrebatos más al límite de las locuras y las incoherencias. El dilema pasaba por dejarte una pequeña marca en el cuello o permitir que mi lengua se inserte en tu oído derecho, como el último terciopelo azul del encanto.

Luego estaba la dialéctica sobria del detective y la Femme Fatale, regalándonos el cuerpo sin que el Whisky o el cigarrillo nos sobrecargue la escena. Amor 77, glíglico y una antropofagia previa a los delirios del año 1969. Abbey Road. Something. Nuevamente el boomerang nos reencontraba en el contacto más sublime e íntimo. Bastaba con mirarte para entender que el universo converge perfectamente en la conjunción noble del corazón latiente.
Me besabas, princesa, y ese último párrafo no quería escribirse. Sin trabas, me guiabas hasta lo más profundo de tu sur de horizonte. El elíxir, la copa mágica, la fuente húmeda de miel y música, perfumada por el suave césped y su rocío. Amarte. Amarte fue, era y sigue siendo la verdad más eterna, sin explicaciones ni circunloquios. En ese amarte no hay balbuceos ni temores. El amor que te profeso no se enmarca dentro de esos clichés del romance. No hay palabras para describirte en cada suspiro de mi alma. Es la secuencia más sagrada.

Acariciándonos, mimetizándonos en la piel del otro, es el grito del orfebre al culminar su más infinita obra. Experimentamos una metamorfosis y por fin pudimos ser más que un reflejo, amándote y yendo hacia ti misma, y la ecuación se detuvo en el místico ~. Puntos cardinales, extremos, medios y centros. No había más fórmica bella que tus senos de mármol griego. Más allá del Marqués de Sade, el Trópico de Cáncer y la ninfomanía Chatterley, nuestro amor alberga fantasmas, espectros,

demonios, ángeles y dioses. Nos amamos como solo nosotros sabemos amarnos y el silencio nos regala ese capítulo 7 enrayuelado. Dear, my dearest love. No answers, no goodbyes, no more asking for reasons. Solamente amarte con el amanecer del sol, el murmullo de la tarde, el crepúsculo adorable, y una luna de devoción. Y en nuestra madrugada, el tiempo juega a ser un sueño, mientras hacemos el amor.

11 – 04 – 2018.