
Siempre había algo más en ese mensaje, en esa frase de acometidas y apresurados reclamos. «Piensa en mí», como la condición imperativa más ajena a la posesión del otro. No era el «siempre pienso en ti», dado y prodigado a vuelo de pájaro o en el rutinario rito del vernos todos los días.
«Piensa en mí», y allí estaba el misterio. No nos ataban cadenas evidentes en ese ir contra la corriente de los días. Ocultábamos el desencuentro dejándonos llevar por las causas y por los callejones del suplicio. No éramos autocríticos. Hablábamos poco porque las horas taciturnas eran nuestro emblema, nuestro motivo ausente.
Escribirnos en la piel con miles de puntos suspensivos, a vaivenes desprolijos, ansiando con las manos descifrar susurros, aires y voces que se ahogan, perdiendo el sentido. Un punto mayor arremolinandose en el centro de tu fuente de vida, un pequeño puerto en donde las circunferencias inexactas de unos labios inexpertos, buscan seguir auscultando el flujo del capricho y la deshonra a destiempo.
Variaban los movimientos y el «piensa en mí» era un ilógico pedido estando juntos. O tal vez no lo estábamos. Obligando a pensarte, a robar cada alegría y pena tuya, a sonreír o a llorar como un mismo reflejo, un delirio de autómatas apresurando un forzado Te Quiero.
La historia permanecía con la misma crueldad avara. Tu rostro distante, inequívoco e inconfundible, pero indescifrable. Arrebatada al ir y venir de las quejas y súplicas, el detenernos hubiera sido un crimen cobarde. Seguías entonando la balada del recuerdo, mientras los besos sufrían descortesías en rincones ocultos del cuerpo. 69. Nada que decir, salvo probar. Una ocurrencia pseudo pagana del Cantar de los Cantares. «Miel y leche bajo tu lengua». El gemido, el silencio del placer.
Y no había recuento del día. Sin preguntas, arrojábamos más dudas a lo nuestro. Tomarnos el atrevimiento de convertir a uno una historia de dos desconocidos. «Piensa en mí», sabiendo que el bar cerró a la medianoche y el vino huele a rancio. «Piensa en mí», entendiendo que la cama renació de las cenizas al quedarse con tu perfume. Irremisiblemente, el que te piensa desde hace años, hoy alimenta un nuevo infierno, porque sin admitirlo, teme que también otro te piense. El riesgo de los que viven sin decirse nada, sin esclarecerse, sin redimirse.
04.09.2016.