
«Eran sus ojos de cielo el ancla más linda que ataba a mis sueños». Julio Sosa – Qué me van a hablar de amor.
Tus ojos se hicieron presentes en medio del caos. Cambalache o revoltijo, está el desorden de profesarte una sonrisa entre cadencias sin amarguras por esas realidades que nos golpean.
Horas sagradas en donde bailamos un tango cómplice, suspirando por nuestras bohemias del Mano a Mano y del Último Café. Un beso en la frente para el recuento de nuestra historia, como una despedida que no alcanza a decirlo todo, a sentirlo todo, con la tremenda certeza tácita de considerarte un presente de sorpresas, una eterna realidad.
Volvió el cigarrillo y una voz grave imponiendo su tiempo y su tristeza. Apuramos el paso por calles oscuras que fueron testigos de amores y delincuencias, y no miramos atrás. Era vivir el momento, reír con toda el alma y dejar de actuar como títeres del tiempo. Locos distantemente juntos, prestando una nube del cielo para alcanzar a la luna, solo para convidarle nuestra copa de vino preferida.
No nos podían hablar de amor. Claro que dar tumbos y rodar por el mundo nos hicieron ser más fuertes. Increíblemente, no nos alejó de la pureza. Era nuestro modo de decir que, aunque hiciera un calor de novela, el poder de la rayuelística autosugestión nos congelaba los dedos y nos acurrucábamos más dulces en esa frazadita azul que era la alegría infinita. Mirarte desde ti misma, reflejo de lo que siempre quise ser y no lo recordaba, ahora brillaba en esa plenitud con la que te perseguía hasta los escalones de la gloria y del infinito. Atesoraré tu esencia aunque sea como una dicha tácita, solo para el deleite de mi colección de instantes eternos.
Así fuimos, así éramos, así somos. Hoy debo obviar clichés porque no se trata de una etiqueta. Pero sé que en el fondo hay algo de se mueve libre, vuela sin miedos, suspira y sonríe. La te y la qu vuelven a estar cerca pero no lo busco, no lo espero, aunque me muera por ese atrevimiento. No lo pienses, vive. La bofetada está a la vuelta de la esquina. Por lo menos, te irás con el ensueño de un tal vez y de un pudo haber sido. Casi lo lograste, viejo amigo tigre. El sol brilló por un instante en medio de la noche y pudiste rugir, salvaje. Lástima que alguien te rugió más fuerte.
Su rostro iluminó al tuyo y pasaste a la siguiente dimensión. Volviste a sentir y el juego del «quizás – tal vez» reclamó su primer puesto. Pude hacer sonreír al sol y no quemarne, pude abrazar a la luna y enfriarme de belleza, pude besarla en silencio, pude decirle buenas noches y dulces sueños con la gratitud de una sola vida vivida al máximo de los riesgos.
Pudimos sumergirnos a su mundo libre con el poder mágico de sus minerales preciosos y caracoles de mares que bañan las grandezas elocuentes de los astros. Dibujaste su corazón con las líneas de la máquina de escribir y pintaste su estrella con el caleidoscopio de colores sin tregua ni pausa. La amaste en silencio porque ese es el dictado que te canta la poesía mientras los otros siguen de recreo. Te perdiste en su esencia, aceptaste su alma y su misterio. Ni vos sabes lo que estás diciendo, pero ellos, sí. Gracias, Julios (Cortázar – Sosa). Una nueva pelota – pared, en camino, after such pleasures. Love from one side, not from her side. Misunderstood, again. Sorry, dear. I was in the «kamikaze mood».