
Quiero llorar por los que se van a destiempo, en un suspiro de última inocencia y mirando un futuro desde otros ámbitos.
Los crímenes de cada día son dolores que se insertan tácitamente en lo profundo de cada uno y luego explotan ante tanta rabia. Realidades crueles que lanzan su cachetada sin remedio. Impotencia por querer un mundo mejor y los males se van superponiendo.
Tengo miedo por los míos, por los tuyos, por los otros, que salen para jugar en la jungla y apostar por una “supremacía de la sobrevivencia”. No es justo. No es vida ni vivencia.
Historia que se repite y vuelve con su eterno retorno. La muerte, ese signo de interrogación que exaspera y no oprime a retazos, en pedacitos, en angustiantes temblores.
Triste por el mundo, por las alas del destino que se cortan a medio camino. Y luego está el aceptar un consuelo que ni el tiempo puede ajustar en una nueva simetría de las cosas y hechos. Heridas que no sanan, que quedan entreabiertas, hasta que las imposiciones digan que “ya no importe”. Nunca dejarán de importar, y el aprendizaje estará en ese silencio que dice mucho aún en esa tensa calma.
Justicia. El ideario del nuevo siglo, de todos los siglos. La ironía y la carcajada sarcástica de siempre, hasta que no se encuentre una respuesta de fe que nos cure de todo lo que nos daña. Lloramos por todos los ojos de arcoíris que se cierran sin despedirse, porque no lo buscaban, no lo quisieron. Carpe Diem. Aprovecha el día. Tengo miedo de estar un día y luego no sentirme.
Seguridad, como verdadera esencia de libertad. Algo que no se compra ni se vende y debe fluir tangible en su propia órbita. Aquí, tenemos que ganarla, porque unos la compran, otros la subastan al mejor postor. No hay derecho, viejo. Viejo, no hay derecho. País hermoso, rodeado de opresores y granujas, lo hacen tan rojo, disparando a sangre fría. Dolor por los que ya no están.
Fe. Esperanza. Paz. Amor. Pudieran sonar lejanos en palabras, pero debe haber una manera, una nueva forma de vivir sin temores, sin cadenas que derrumben con su peso a los cimientos del alma. Si la descubren, sabrán en dónde encontrarme. Estaré allí, en donde estoy siempre. Allí, en donde todavía puedo sentirlos y aún puedo sentirme.