Consideren a este relato como estrictamente ficticio. No busca aclarar ni aportar detalles sobre la creación de la gema dorada de Badfinger, Baby Blue, revitalizada y elevada a su punto máximo con la serie Breaking Bad. Sin embargo, se centra en una pequeña historia sobre cómo pudieron suceder los hechos.

Las despedidas nunca fueron del agrado de Dixie Armstrong. Si bien había nacido en el sur de los Estados Unidos, profundo por el Delta, los lamentos del Blues y el fanatismo religioso, su alma estaba mayormente apegada al Rock And Roll. Nadie lo entendería, ni siquiera sus padres.

Un espíritu libre en constante búsqueda, con inquietudes y angustias propias de una joven que ya fue creciendo durante los años 70 y sin The Beatles. La llamaban «Niña Triste», por aquel suspiro incompresible en medio de un soplo dulce de las brisas del verano.

Soñaba con sumergirse en aquel mundo de música, tal vez estruendoso, inclusive soñoliento y hasta peligroso, pero las leyes de la vida quizás deseaban conducirla hacia caminos más seguros. Aunque su espíritu anhelaba sentir su propio canto, nadie parecía estar dispuesto a demostrárselo.

Pero 1971 marcaba nuevas etapas para los jóvenes deseosos de nuevos sonidos. Mientras Led Zeppelin, Deep Purple, Black Sabbath o las crudezas de Creedence Clearwater Revival, Steppenwolf, se mostraban feroces ante el nuevo mundo, aparecía una nueva banda británica apadrinada por los mismísimos Fab Four, ya cada uno en solitario.

Llevaban el nombre de una canción de Lennon en su etapa embrionaria: Badfinger. Estaba formada por cuatro chicos, dos provenientes de Swansea, Gales, y otros dos oriundos de Liverpool. Quién diría que Pete Ham, Tom Evans, Joey Molland y Mike Gibbins serían bautizados como las nuevas estrellas nacientes de una nueva era sin The Beatles.

El éxito les llegó con Come And Get It, compuesta por Paul McCartney. Luego aparecería No Dice, con las joyas No Matter What, Midnight Caller y la magnífica «Without You», reversionada por el ebrio de bohemia, Harry Nillsson. Disfrutando de la fama mundial – aunque sufrieran apremios económicos – se embarcaron en una gira estadounidense.

Para los expertos, Pete era el genio, el retraído y el mago detrás de la banda. Como un perseguidor incansable, se codeaba con los grandes músicos de la época.

De personalidad noble, confianzuda, el mundo le sonreía por primera vez luego de arduas batallas con The Iveys. Como músico, siempre esperaba la nota perfecta, el compás preciso, la melodía más bella, y tal pareciera que el futuro se mostraba prometedor y más brillante.

La gira estadounidense comenzaba a ser un fastidio. Por supuesto, todos se concentraban en la música, en un nuevo sonido que luego sería catalogado como Power-Pop; melodías pegadizas, estridencias justas y moderadas para no encontrar otro oxímoron, letras sobre amores y temores de los nuevos jóvenes ansiosos por nuevas historias y oportunidades.

Pete Ham supo que había algo más en Dixie cuando la vio por primera vez, mientras Badfinger regalaba un concierto asombroso. ¿Se presentaron o fueron presentados? ¿Cuál camino los había unido y situado en esta precisa circunstancia, en este momento tan inexacto?

Sus mundos se encontraron, sus historias fueron contadas. Nadie supo si la inspiración llegó con un chasquido del dedo malo o si solamente todo surgió a partir de una mirada. Claro que en la fotografía captada horas después se los veía animosos, amenos y hasta sonrientes.

Se conocieron. Para Pete, los besos de Dixie dejaban un recuerdo imborrable. Había nervio, alma, entrega sublime, como si la última vez llegase en forma inoportuna. Mientras el tiempo de los mortales pasaba, ellos se veían en otro ámbito, como horas sagradas de luces y sombras.

Llegaba el amor y el dilema los sorprendía. ¿Estaría dispuesta a viajar a Inglaterra si él la llamase a su lado? ¿Sería la compañera, la novia, la esposa, la amante? ¿Combatiría a la soledad durante aquellas horas en las que la banda ingresase nuevamente al estudio y haga nuevas giras promocionales? Dixie navegaba en aguas inciertas. ¿Pete se atrevería a pedirle viajar y hacer una vida juntos?

Finalmente, se animó y la invitó a viajar juntos. Claro que ella tenía la certeza. El amor que se profesaban iba in crescendo y tal vez la historia sería distinta en un escenario de dos locos buscando más alegrías que tristezas.

Pero algo vaticinaba un final prematuro. La grabación de Straight Up se hacía difícil y deberían salir nuevamente de gira. Cambios constantes en la producción, George Harrison, Todd Rundgren, Geoff Emerick, Eddie Kramer, el concierto por Bangladesh. 1971 era un año demasiado ajetreado para los dolores y las quietudes del corazón.

Dixie sabía que existiría un final y desconocía si su destino pudiese estar en su regreso al sur para emprender otro camino. ¿Enfrentaría a Pete y le diría que desistía del sueño? La presión era intensa. El trabajo los alejaba y la distancia construía muros de acero en la historia.

Se despidieron? Pete sabía que su amor era correspondido, que Dixie podía ser la mujer que buscaba. Pero todo jugaba en contra. Había un tiempo que se agotaba y afectaba a sus horas más íntimas, más secretas y más dulces.

Ella se fue y nadie sabe si lo supo en otro lugar o en otro momento. Pete le había escrito una canción, representando todo lo que habían vivido juntos. No hubo tiempo para ese amor especial.

El cigarrillo humeaba en el cenicero y en el suelo se iban juntando todos los papeles. La guitarra estaba a un costado, con ese vestigio de magia que queda tras haber sido recién tocada. Pete Ham soñaba triste en sus elucubraciones, abstraído en su tiempo, tan preciado por él en algún pasaje de aquel primer encuentro. Los demás miembros de Badfinger lo saludaron. Él les dijo que hoy trabajarían en una nueva canción.

¿La vio por última vez? ¿Quiso llamarla y contarle aquella noticia? Dicen que un poeta solo escribe y describe su desdicha condenado por su dolor. Inmerso en el recuerdo, en una sonrisa amarga, entendiendo que la había perdido, dijo para sí mismo: «esta será para mi niña triste, para mi Baby Blue». Se levantó, agarró la guitarra, y le dijo a los chicos: «Síganme. Capo en el cuarto traste. Re mayor. Un regalo para Dixie. Con la despedida de mi amor».

«Creo que tengo lo que merecía, mantenerte esperando por tanto tiempo, mi amor. Todo este tiempo, sin una palabra.
No sabía que pensarías, que me olvidaría, o me arrepentiría
El amor especial que tengo por ti, mi niña triste».

En algún momento de su vida, Dixie se lo agradeció. El adiós definitivo llegaría años más tarde, pero la magia sería imborrable. Baby Blue, una pieza de Pete para su niña triste, la de sonrisa hermosa, la de rostro lánguido, la incorregible y noble Dixie.