Noir.

Debajo de las sábanas, mirando el abismo del otro, suspendidos en un nivel mayor de oscuridad y proximidad, girándonos la piel como si no hubiera dactilografías o huellas que identifiquen nuestro crimen perfecto: ese matarnos a oscuras, fundidos en un abrazo que no se olvida y un beso tierno en la nariz, en silencio. Cadencias de fe.

Atesoramos esos recuerdos que buscan renombrarnos en caricias del alma. Hoy te dormirías en mi pecho y crearías un suave nido con tus dedos frágiles de ardillita noble. Quererte por tus acciones, por aquellos andares náufragos de las horas que solo cuentan su propio tiempo en un secreto cómplice.

Caluroso enero. Visiones terribles del delirium tremens. ¿Estabas allí o aquí? Esa cigarra dejó de cantar pero el grillo nos daba el augurio de tiempos mejores. Callar y esperar, desvestir y besar a una sombra. En medio del soplo frío del aire acondicionado, moldeaba una réplica tuya con ese hielo imaginario. Autosugestión, mística palabrita que nos haga pasar la nueva era pandémica. Los fantasmas estaban de vuelta, y la historia retomó su trama en donde la había dejado antes de todo el encierro.

¿Y la filosofía? ¿De qué nos serviría hoy esta introspección para redescubrirte más brillante y más divina? Un murmullo triste del poeta noir. Un amigo en apuros. La luna saldría al rescate para ser esa nueva ventanita a las confidencias del alma. Moonlight Drive, darling. Cliché del esteta snob. Bienvenido sea, míster Jim Morrison. Gracias por las «re»visiones de la niña que baila en un círculo de fuego y que recibe el desafío, dueña de su esencia y presencia.

Verla otra vez solo para estar vivo, solo para dar gracias y decir que la senda se va reconstruyendo y palpitando a cada paso, a cada suave brisa del delirio. Sepa entender que nos ha salvado. La seguiremos mirando allí, entre lo terso y lo sublime, como la inspiración más grata y sensata. Benjamin Orr te habla. Stay The Night con el encaje azul. Azul de Novalis, azul de Rubén Darío. Blues de Gary Moore.

Habría esperanza. Una fábula compuesta por el último atisbo de realidad sin cuento. Imaginar que sonríes y no hay otras puertas más que las que conducen a un misterio más dulce, más terrible y fatal. Llegó la hora de despertar. Soñamos lo mismo, al mismo tiempo. Me lo dijiste en secreto, mientras te alejabas, taciturna, hacia esa luz noir del bello boulevard.